Roma, 25 sep (EFE).- El interés por los productos en los que se indica su origen está creciendo rápidamente en Asia, pero sin poner tanto énfasis como en Europa en la protección del patrimonio agrícola, indicaron hoy expertos en Roma.
El profesor de la japonesa Universidad de Kioto Hart Feuer destacó en una charla que en el aumento de este tipo de productos "no cabe esperar una copia del modelo europeo", más centrado en velar por los intereses de los "pequeños productores y el patrimonio en agricultura", sino un enfoque "más comercial".
En todo el mundo existen más de 10.000 indicaciones geográficas, la mayoría en el sector agroalimentario, con un valor comercial de más de 50.000 millones de dólares (unos 42.400 millones de euros), según datos recogidos por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Alrededor del 90 % de estas etiquetas, que ponen de relieve las características particulares de productos asociados a una determinada zona, proceden de países desarrollados, aunque cada vez es mayor el interés en los países en desarrollo para generar más ingresos.
En el Sudeste Asiático, por ejemplo, más de 160 productos han obtenido esta certificación, aunque se observan grandes diferencias entre países en la forma de promoverlos.
En Camboya, Feuer apuntó que en diez años solo se han reconocido tres productos locales, cada uno de los cuales plantea ciertos problemas: el pomelo de la isla de Trung es único pero no tiene importancia en la dieta local; la pimienta negra de Kampot la producen compañías extranjeras, y el azúcar de palma es demasiado caro para los propios camboyanos.
La falta de cooperativas, la intromisión continua del Gobierno y la proliferación de falsificaciones dificultan que los pequeños productores puedan beneficiarse directamente de esas marcas, según el especialista.
"Las indicaciones geográficas no cambian necesariamente las estructuras de poder", aseguró Kae Sekine, docente de la Universidad de Aichi Gakuin (Japón), quien mencionó las disputas en su país entre los artesanos y las grandes empresas por la manera de preparar una pasta de soja cuya elaboración se remonta al siglo XVII.
En el caso de un té verde en polvo, que se empezó a cultivar en el siglo XIII para su uso en templos budistas, la indicación geográfica fue creada en 2017 y sirvió para estabilizar los precios, de lo que han salido favorecidas las compañías de procesamiento, añadió.
La experta de la FAO Florence Tartanac señaló que las etiquetas de origen, como "cualquier herramienta para el desarrollo", "no siempre funcionan" para elevar el nivel de vida de los pequeños agricultores o asegurar su participación en los procesos.
En vez de fomentar solo los mercados de exportación, Tartanac llamó a utilizar también el vínculo de esos productos con el territorio con el fin de evitar la pérdida de tradiciones y de biodiversidad. EFE